Estos dias de pandemia las condiciones laborales han cambiado de las mas diversas formas: teletrabajo, trabajo en los lugares de trabajo pero sometidos a control y exigencias de sanitización sin posibilidad de interactuar como estábamos acostumbrados o sin trabajo aparente y esperando el levantamiento de la cuarentena.
De cualquier forma, el trabajo que conocíamos ya no es el mismo. El estrés laboral que antes era debido a la urgencia de cumplir horarios, a las relaciones entre pares, a la sobreexigencia (que todavía existe, pero de otra forma), a la competencia y a la necesidad de compatibilizar las responsabilidades domésticas -el llevar la casa, el cuidado de los hijos, etc.-, ha cambiado a otros problemas y desafíos como el tener que trabajar en medio de la familia casi sin poder separar las dos cosas, el estrés del encierro y la propia inestabilidad laboral, sumado a que la responsabilidad por rendir recae sólo en el trabajador ya que nuestro empleador no puede ya hacerse cargo de proveer un buen lugar y ambiente de trabajo.
El estrés es nuestra respuesta, como lo es a cualquier aspecto de nuestras vidas que percibimos como un desafío o amenaza, y se traduce en una activación fisiológica del organismo que impacta en nuestro modo de pensar, de sentir y comportarnos. El problema es cuando este estrés normal se acerca a lo que es llamado “Distrés” –el estrés con carga negativa-, donde nuestro comportamiento afecta directamente a nuestro entorno, llevándonos a un círculo difícil de controlar cuando todos nos vemos afectados. Si yo estoy estresado y por ello mahumorado y reacciono mal, respondo mal, cargo con una actitud negativa y eso impacta, por ejemplo, en nuestros hijos, que adoptan una actitud defensiva y por ello malas respuestas, mal comportamiento, baja autoestima y rendimiento, que a la vez, impacta nuevamente en mí, se transforma en un círculo donde yo doy y recibo de vuelta.
¿Cómo rompemos este círculo?
El juego es una actividad que rompe las actividades consideradas demandantes y por ello altamente estresantes. Así, si estamos frente al computador por horas, jugar con una pelotita que rebote contra la pared durante un rato y jugar a atajarla, además de reanimarnos, nos permite “salir” del encuadre silla-mesa-computador y sacar los brazos en un movimiento no habitual. Nuestra musculatura se oxigena y con ello el cerebro se reactiva. Esto no reemplaza un ejercicio real pero constituye «un juego» que nos saca del embotamiento en que podemos estar frente a la pantalla. Hay muchos juegos llamados «de escritorio» que se venden por internet y que tienen esto mismo por objetivo.
Podemos volver también a los juegos con los niños de la casa, como por ejemplo, el “Veo, veo”, donde podemos ver un objeto de la casa y que los niños nos pregunten qué es, pero no se puede decir nada referente a su ubicación, sólo cómo es, así las preguntas ¿es grande o chico? ¿es rojo o verde? siempre deben ser de alternativas. Otro juego es ¿Quién soy? Donde otra persona escribe en nuestra frente (cuidado con las conferencias on line) o pegado con papel adhesivo el nombre de alguien conocido que nosotros tenemos que adivinar ¿soy rubio o moreno? ¿soy animal o persona? ¿soy dibujo animado a persona real? etc.

Estimular los ejercicios físicos son bienvenidos tomando las precauciones de seguridad en cada caso.
Y si no hay espacio o tiempo, siempre se podrá incluir en el horario de tareas domésticas la “hora de juego” e invitar a todos a proponer…¿cartas? ¿bachillerato? ¿otra teatral? ¿seguimos una rutina de baile?
¡Los invitamos a contarnos sobre juegos que hayan realizado en su hogar y que les haya resultado exitoso!